Constantino había fundado la otra capital del imperio, la famosa Constantinopla, en la cual, el patriarca cristiano de dicha ciudad, pronto entró en una dura competencia con el de Roma (Iglesia Catolica), el cual difunde tener la silla de Pedro, considerado el primer Papa, y por tanto éste Papado, debía tener mayor jerarquía que los demás patriarcados.
Sea como sea, para el año 1054, las diferencias entre uno y otro patriarcado fueron imposibles de solucionar. Ni Roma ni Bizancio aceptaban subordinarse a la otra, y así se fueron formando las Iglesias ortodoxas orientales como la griega, la polaca, la rusa, rumana, serbia, entre otras a lo largo de la historia.
La Iglesia Católica de Roma pasó a controlar el mundo occidental cristiano, aunque con el pasar de los siglos, por cierto, surgieron muchos enemigos como los valdenses, los albigenses, hasta llegar a la crisis más importante: la Reforma Protestante, la cual, si bien no intentó atentar contra la hegemonía papal, sí intentó cambiar parte del dogma católico. Obviamente esto significó persecuciones, muertes, matanzas y divisiones en más de un siglo de Guerras Religiosas.
De la Reforma Protestante, al menos en Inglaterra surgiría la Iglesia Anglicana, aunque Escocia e Irlanda afirman tener sus propias iglesias nacionales, y en otras partes de Europa, las Iglesias Protestantes, Luteranas, Calvinistas, Episcopales que en ocasiones cada potencia se encargaría de llevar a sus colonias.
Esto quiere decir que para el fin de la Edad Media, los cristianos ya se hallaban totalmente divididos; aunque hay que reconocer, los católicos pasaron a ser el grupo mayoritario gracias al país más fiel para el Papado: España.