Luego de la muerte de Jesús, sus apóstoles, sobre todo Pablo y Pedro se encargaron de expandir el cristianismo hacia el oeste. Con el pasar de las décadas del siglo I d.n.e., las zonas de Egipto, Grecia e Italia estaban infestadas de cristianos, a los cuales la idea de una resurrección, de un Dios misericordioso y su hijo que había muerto por sus pecados, les daba una vida mejor en materia espiritual, teniendo en cuenta las guerras, los regímenes crueles, las hambrunas y la maldad generalizada del mundo en aquellas épocas. Los cristianos pronto se hicieron muy famosos y su popularidad llegó hasta la misma Roma, donde muchos emperadores gustaban de arrojarlos a los circos para que “jueguen” con los leones. También eran sometidos a burlas, rechazo social y toda clase de discriminaciones, pues los seguidores de esta fe no querían adorar al César o a los dioses paganos, participar de sus ritos ni tampoco de sus celebridades. A pesar de las muertes, el aumento de los cristianos no disminuyó y llegó a lugares lejanos como el actual Portugal, norte de África y hasta Inglaterra, aunque aún en pequeñas comunidades.
Sin embargo el mundo de la cristiandad cambiaría de repente cuando en el año 313 d.n.e. el emperador romano Constantinodecidió convertirse al cristianismo (ya varios nobles romanos se habían adherido a la fe, demostrando que su avance había roto las diferencias sociales). Al parecer Constantino previamente a la Batalla del puente Milvio había tenido un sueño en el cual, de poner el monograma cristiano en los escudos de su ejército, entonces tendría asegurada la victoria. Así sucedió, y tras derrotar a Majencio, los cristianos pudieron respirar tranquilos porque se estableció la tolerancia religiosa.